Costa Rica vive una reconfiguración del campo político desde inicios de siglo, cuando se rompe el bipartidismo que dominaban los dos partidos políticos tradicionales y se incorporar nuevos actores.
La llegada de al gobierno de un partido totalmente nuevo y sin un proyecto político claro y evidente, que mezcla la retórica antiélites con acciones favorables a ciertos grupos privilegiados,
profundiza las alteraciones que en décadas recientes experimentan las élites del país.
La transformación está en desarrollo y seguir el rastro de las nuevas y viejas élites es un reto. La posibilidad de nuevos actores o nuevos de acomodos de las minorías selectas del país es latente y dejan entre signos de pregunta los nombres y los modos de las élites vigentes para los próximos años.