La pandemia producida por el Covid-19 no pudo llegar en peor momento a Honduras. Con una economía en franco deterioro, con altos niveles de desempleo, pobreza y desigualdad, sus efectos son y serán extremadamente negativos para la mayoría de los hondureños. Especialmente para los sectores más vulnerables como la niñez y juventud, mujeres, personas de la tercera edad e incapacitados.  

La respuesta a la pandemia de parte del Gobierno de Honduras se puede calificar de “apaga fuegos”, o sea, mera reacción a los acontecimientos, carente de integralidad. Los ejemplos abundan: desde el forzamiento a una cuarentena obligatoria, pero incumplida, a gastos con fuertes visos de corrupción.

El futuro está en lo que ahora haga el país. Intereses tradicionales pujan por el regreso a la “normalidad” del pasado. Pero esa normalidad de ayer es para los hondureños parte del problema de hoy. Inyectar equidad durante la emergencia de la pandemia es marchar en la ruta correcta para construir una sociedad más resistente a la enfermedad y a los desastres naturales; una sociedad más humana, más solidaria