El pasado 3 de febrero se llevaron a cabo elecciones presidenciales en El Salvador, de las que resultó vencedor en primera vuelta, el partido Gran Alanza por la Unidad Nacional (GANA) con su candidato Nayib Bukele. Los partidos Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que desde 1994 venían disputándose la silla presidencial, han quedado relegados al segundo y tercer lugar de las preferencias electorales respectivamente. Estos resultados, se deben al enorme desgaste de estos partidos, producto de la corrupción y las medidas de política pública hasta ahora implementadas. Bukele, con una muy buena estrategia de comunicación y sabiendo canalizar el descontento, y pese a correr como candidato de un partido con un historial comprobado de corrupción, logró ser para la mayoría del electorado, una opción por la cual apostar para los próximos cinco años.
Aunque parezca una afirmación obvia, el aprendizaje más importante debería ser que, si no se cumple con lo prometido a la población, no se promueve la renovación constante de nuevos liderazgos, y se continúa con prácticas de corrupción, cualquier partido otrora aclamado, puede reducirse a lo mínimo. Por tanto, esperemos que Bukele y NUEVAS IDEAS no tomen este triunfo con soberbia, sino que más bien cada tanto recuerden que, en el año 2009, el FMLN estaba también celebrando su llegada al poder, sin suponer que apenas diez años después, habría sido desplazado por un partido recién formado.