Vivimos una crisis de los modelos de desarrollo vigentes en el mundo: las formas actuales de vida y la actividad económica apenas podrán mantenerse en el futuro, pues están basadas en la explotación de recursos finitos, en elevadas emisiones y en una orientación unilateral hacia el crecimiento económico, acompañada de un consumo excesivo y una inaceptable ausencia de justicia distributiva.

Ante estos retos medioambientales, sociales y económicos que presenta el estado actual de la economía es necesario explorar alternativas que permitan tomar un nuevo rumbo para satisfacer las necesidades y el acceso a los servicios básicos de una gran parte de la población y, simultáneamente, modificar los patrones de producción y consumo de manera que se asegure la conservación del medio ambiente y los recursos naturales.

Los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aprobados en la Asamblea General de las Naciones Unidas, y el Acuerdo de París acordado en diciembre de 2015 son hitos en la discusión internacional sobre un desarrollo socialmente justo y ecológicamente sustentable. Ante la evidencia de que los beneficios del crecimiento no se han extendido ampliamente a todos los sectores de la población, específicamente en América Latina, África y el sureste asiático, a la vez que el uso de los recursos naturales ha causado fuertes daños medioambientales, es fundamental replantear la visión economicista de que el crecimiento económico por sí mismo mejora las condiciones de vida de la mayoría.