Somos hoy testigos de un vertiginoso proceso de cambios en el ámbito internacional cuyo perfil todavía no está bien trazado. El centro de gravedad de poder mundial se traslada sucesivamente del Oeste al Este. La falta de una alternativa más allá del capitalismo, coloca aún en el centro del debate la pregunta qué tipo de capitalismo es el mejor garante del bienestar, de la estabilidad política, seguridad y del paz social.
El posicionamiento de América Latina en este nuevo entorno es ambivalente. La
región ha consolidado, por un lado, durante los últimos quince años su posición
en el ámbito internacional, pero ha visto condicionada su capacidad de crecimiento y su inserción en la economía global; por otro lado, por su rol tradicional en la división internacional de trabajo, restricciones externas, limitaciones para financiar la inversión y recurrentes crisis de balance de pagos.