Honduras vivió unas elecciones generales históricas en noviembre del 2021, por primera vez una mujer ganó la presidencia del país, en el marco de una alianza electoral (presidencial) de fuerzas de izquierda, progresistas y de centro, luego de 12 años de gobiernos nacionalistas marcados por la corrupción, la impunidad y la vinculación con el crimen organizado.

El inicio del nuevo gobierno suscitó mucha confianza en la ciudadanía de que las cosas iban a cambiar en el país de forma rápida y profunda. Sin embargo, el primer año de gobierno se ha convertido en un año de transición con sus implicaciones de adaptación, improvisación, limitaciones y desencanto agravados por la centralidad de lo político y la minimización de lo social en la agenda del país.  Dada la profundidad de los desafíos, se requerirán varios gobiernos para superar las condiciones económicas, políticas, sociales y éticas heredadas del gobierno anterior. Los analistas tienden a comparar el gobierno de la presidenta Xiomara con el gobierno de Manuel Zelaya en 2006- 2009 y algunos insisten en que existe una relación de continuidad. Pero son contextos y coyunturas diferentes; el pragmatismo y el sosiego parecen moldear la visión gubernamental y el gran desafío ahora es lograr que la centralidad política ceda su protagonismo a la centralidad social.